Healing, Not Hating: Support for My Xavier’s Return

Dear Friends, Family, and Compassionate Strangers,

I write this with a heavy heart, but also with hope — hope that justice, understanding, and compassion are still possible in this world.

My brother is 15 years old. He is not perfect. He made a mistake—something he wrote was wrong. But what hurts most is how the system, the school, and the media have treated him, and how quickly the moment has become his identity, overshadowing everything else he is.

He has been bullied persistently for years. We tried to get help. We told the school. We spoke to people in authority. We even turned to the local police. But too often we were dismissed. We were told nothing could be done. We were told there was no evidence. We were told to wait. And during that waiting, the pressure, the fear, the isolation, have crushed him more each day little by little.

When things escalated, when accusations were made, we were not notified properly. His rights were not respected. He was arrested and interrogated as a minor, without our knowledge or involvement. The school, which should have safeguarded and guided him, failed him—our family was not informed, we were not given a chance to protect him or help him.

Now, the media—news channels, including Spanish ones—have plastered his name, his image, his age across their broadcasts. The narrative is twisted. They say things that hurt him deeply. Strangers, people who do not know him, are sending insults and slander. They treat him like more than just a mistake, like a criminal. And though he wrote something wrong, it was not a threat. It was not an act of violence. It was a misguided moment by a child who, in many ways, has never been in trouble: good grades, in ROTC, striving to be someone.

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We stand against bullying.

We believe no child deserves to be made to feel small, unsafe or ashamed. Bullying is not just “kids being kids.” It has real, lasting damage. Emotional wounds, loss of confidence, mental health struggles—all too often they follow victims even long after the bullying is over. Studies show that a large number of teenagers are bullied yearly, and for many, it leads to anxiety, depression, academic decline, and isolation.

We want to do more than just protect my brother. We want to spread awareness: to help schools, families, communities see how serious this is; to push for fair treatment, transparency, support systems; to make sure no parent feels helpless when their child is hurting. Because when we allow bullying to go unchecked, when institutions fail to step up, the damage goes beyond one person—it ripples out, it shapes how people see themselves, how they believe they are allowed to be treated.

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This is not just about defending him in court—it’s about defending his dignity. It’s about restoring his reputation. It’s about letting him be a teenager again. It’s about making sure he comes home—not just to our house, but to our lives.

We need your help. We are in urgent need of a lawyer who understands juvenile rights, defamation, schooling laws, and media law. Legal fees are mounting. The processes are confusing, and we cannot do this alone. Every day this drags on, his life, his mental health, his future are being harmed.

If you are able, please consider donating whatever you can to help us cover:

• Legal representation fees

• Filing fees, court costs

• Perhaps costs for counseling or therapy, to help him heal from the emotional damage

• Any public relations guidance to help repair his reputation

If you can, please also share his story. Talk about what’s happening—not for him to be pitied, but for him to be understood. Because too many times society looks at the mistake and forgets the person.

To those who fear helping in such a charged situation—I ask you to remember: minors deserve protection. Every child deserves a chance to learn from their mistakes without their lives being destroyed publicly.

Thank you for reading. Thank you for caring. Thank you for standing up for what is fair and just. We do this for him, because we love him. Because he deserves a chance.

With hope and gratitude,

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Queridos amigos, familiares y compasivos desconocidos:

Escribo esto con gran pesar, pero también con esperanza: la esperanza de que la justicia, la comprensión y la compasión aún sean posibles en este mundo.

Mi hermano tiene 15 años. No es perfecto. Cometió un error; algo que escribió estaba mal. Pero lo que más me duele es cómo lo han tratado el sistema, la escuela y los medios de comunicación, y la rapidez con la que ese momento se ha convertido en su identidad, eclipsando todo lo demás que es.

Ha sufrido acoso persistente durante años. Intentamos buscar ayuda. Se lo dijimos a la escuela. Hablamos con las autoridades. Incluso recurrimos a la policía local. Pero con demasiada frecuencia nos despidieron. Nos dijeron que no se podía hacer nada. Nos dijeron que no había pruebas. Nos dijeron que esperáramos. Y durante esa espera, la presión, el miedo y el aislamiento lo han destrozado cada día más.

Cuando la situación se agravó, cuando surgieron acusaciones, no nos notificaron adecuadamente. No se respetaron sus derechos. Fue arrestado e interrogado siendo menor de edad, sin nuestro conocimiento ni intervención. La escuela, que debería haberlo protegido y guiado, le falló: nuestra familia no fue informada, no tuvimos la oportunidad de protegerlo ni ayudarlo.

Ahora, los medios de comunicación —canales de noticias, incluidos los españoles— han cubierto sus emisiones con su nombre, su imagen y su edad. La narrativa está distorsionada. Dicen cosas que lo hieren profundamente. Desconocidos, personas que no lo conocen, lo insultan y lo calumnian. Lo tratan como algo más que un simple error, como un criminal. Y aunque escribió algo mal, no fue una amenaza. No fue un acto de violencia. Fue un momento desafortunado de un niño que, en muchos sentidos, nunca ha tenido problemas: buenas calificaciones, está en el ROTC, lucha por ser alguien.

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Nos oponemos al acoso escolar.

Creemos que ningún niño merece sentirse pequeño, inseguro o avergonzado. El acoso escolar no se trata solo de que los niños sean niños. El acoso escolar causa daños reales y duraderos. Heridas emocionales, pérdida de confianza, problemas de salud mental; con demasiada frecuencia, estos problemas persisten en las víctimas incluso mucho después de que el acoso haya terminado. Los estudios demuestran que un gran número de adolescentes sufren acoso escolar cada año, y para muchos, esto provoca ansiedad, depresión, deterioro académico y aislamiento.

Queremos hacer más que simplemente proteger a mi hermano. Queremos crear conciencia: ayudar a las escuelas, las familias y las comunidades a ver la gravedad de esto; impulsar un trato justo, la transparencia y los sistemas de apoyo; asegurarnos de que ningún padre se sienta impotente cuando su hijo sufre. Porque cuando permitimos que el acoso escolar pase desapercibido, cuando las instituciones no intervienen, el daño va más allá de una sola persona: tiene un efecto dominó, moldea cómo las personas se ven a sí mismas, cómo creen que se les debe tratar.

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No se trata solo de defenderlo en los tribunales, se trata de defender su dignidad. Se trata de restaurar su reputación. Se trata de permitirle volver a ser un adolescente. Se trata de asegurarnos de que regrese a casa, no solo a nuestra casa, sino a nuestras vidas.

Necesitamos su ayuda. Necesitamos urgentemente un abogado que entienda los derechos de los menores, la difamación, las leyes escolares y la legislación sobre medios de comunicación. Los honorarios legales aumentan. Los procesos son confusos y no podemos hacerlo solos. Cada día que esto se prolonga, su vida, su salud mental y su futuro se ven perjudicados.

Si puede, considere donar lo que pueda para ayudarnos a cubrir:

• Honorarios de representación legal

• Gastos de trámite y costas judiciales

• Posibles gastos de terapia o asesoramiento para ayudarlo a recuperarse del daño emocional

• Cualquier orientación de relaciones públicas para ayudar a reparar su reputación

Si puede, comparta también su historia. Hable de lo que está sucediendo, no para que lo compadezcan, sino para que lo comprendan. Porque muchas veces la sociedad se fija en el error y olvida a la persona.

A quienes temen ayudar en una situación tan delicada, les pido que recuerden: los menores merecen protección. Todo niño merece la oportunidad de aprender de sus errores sin que sus vidas sean destruidas públicamente.

Gracias por leer. Gracias por preocuparse. Gracias por defender lo justo y lo equitativo. Hacemos esto por él, porque lo amamos. Porque se merece una oportunidad.

Con esperanza y gratitud,