
Apoyo legal y emocional para seguir luchando por mi hijo
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Hola, soy Mario Contreras, costarricense, ingeniero civil, baterista y papá de Adrián, un niño maravilloso de 7 años que nació y vive en España aunque pronuncia bien la R tica. Esta campaña nace desde el cansancio, desde la desesperación... pero también desde el amor más profundo: el de un papá que solo quiere estar en la vida de su hijo.
¿Listos para la hablada de papaya?
La cosa empieza en 2017
Ese año, la madre de mi hijo (española) quedó embarazada mientras vivíamos en Costa Rica, donde compartimos una relación de menos de año y medio. Menos de 24 horas después de haberme denunciado falsamente por violencia doméstica (denuncia falsa que lógicamente no prosperó) huyó en secreto a España, embarazada. Desde entonces su objetivo estaba claro: eliminarme de la vida de Adrián.
A pesar del shock, de quedarme pensando que jamás conocería a mi hijo, después de múltiples encuentros y desencuentros, ella me pidió que viniera a España. Creí en su palabra. Dejé atrás mi trabajo estable, mi vida profesional como ingeniero, y emigré en enero 2018 con la esperanza de estar presente en la vida de mi hijo. Pero al llegar, ocurrió lo impensable: aunque estábamos juntos en el parto (febrero 2018) negó mi paternidad y dejó el acta de nacimiento sin información alguna del padre del niño.
Sin ese reconocimiento, no pude obtener residencia legal, ni un contrato de trabajo, ni acceder a ayudas. Con el tiempo, ella comenzó a echarme recurrentemente de la casa, amenazando “es la última vez que ves a Adrián”. Sin papeles, sin dinero, sin red de apoyo… me vi literalmente en la calle en varias oportunidades.
Sobreviviendo
Entre 2019 y 2021 (pandemia incluida) viví con trabajos informales: cuidé perros, di clases, trabajé en obras de construcción… Todo mientras usaba los ahorros que traje y me endeudaba para simplemente sobrevivir. En 2019, me separé definitivamente de ella. Logré entrar como teleoperador en 2021 en una empresa con condiciones bastante malas, pero era lo que había y era más estable que los trabajos ocasionales.
Tras un proceso de más de un año, logré el reconocimiento de la paternidad. Con eso pude regularizar mi situación, obtener una residencia de larga duración y, con los años, la ciudadanía española. Mientras tanto, el Ministerio de Universidades tardó más de cinco años en homologar mi título de ingeniería civil… y aun así, me lo reconocieron por debajo de mi nivel profesional.
La lucha por ver a mi hijo
Desde nuestra separación en 2019, la madre de mi hijo me impidió verlo. Me amenazaba, me manipulaba, usaba chantaje moral, provocaciones, faltas de respeto, y finalmente me prohibió verlo dos días antes de Navidad. Fue mi primera Navidad completamente solo. No se puede poner en palabras lo que se siente dejarlo TODO para estar cerca de mi hijo, y no poder verlo.
Tras intentos fallidos de mediación (en los que incluso mintió diciendo que no mantenía al niño, cuando nunca he dejado de cumplir con mi responsabilidad), opté por la vía legal. En julio de 2020 se dictaron medidas provisionales que me permitieron ver a mi hijo algunas tardes y fines de semana alternos. Fue un alivio inmenso poder verlo aunque fuera unos ratitos sin que ella pudiera prohibirlo a su antojo como venía haciendo.
Yo pedí custodia compartida, pero tras una exploración psicosocial de pésima calidad por la que esperé tres años, el régimen se mantuvo, aunque se amplió con periodos vacacionales en octubre 2023.
Y cuando por fin parecía que todo mejoraba…
En mayo de 2024, semanas antes de que mi hijo pudiera pasar por primera vez unas vacaciones completas conmigo, su madre interpuso una nueva denuncia falsa, alegando que yo lo agredo. Dijo que tenía moretones en la espalda… que nunca existieron, y solicitó la suspensión cautelar del régimen de visitas.
La justicia civil rechazó su solicitud de suspender las visitas por falta total de pruebas. Pero el proceso penal va más lento y sigue actualmente en marcha. Me están obligando a defenderme de algo que no ocurrió, a pagar abogados, psicólogas forenses, y a cargar con un nuevo peso emocional enorme… para mí y para mi hijo.
Y el niño atrapado en medio del conflicto
Mi hijo está siendo víctima de una alarmante alienación parental. Tengo grabaciones donde relata cómo su madre le repite, una y otra vez, que yo le he hecho daño, que papá es malo, que papá es cruel. Le habla de jueces, de policías e insiste en meterle en la cabeza un conflicto que un niño pequeño no puede procesar bien. Cuando lo regaño, me dice que "el juez me va a castigar si lo hago no permitiendo que no nos veamos más". ¿Quién le mete esas ideas en la cabeza? Él mismo me lo dice: mamá. Precisamente para acreditar este tipo de espantosas aberraciones, es que tengo que contratar a una psicóloga forense (esta intervención no es ni un poco barata).
Por eso también decidí llevarlo a terapia semanalmente con un psicólogo experto en infancia. Pero esto supone un gasto más que me compromete mucho las finanzas. Yo personalmente también voy a la psicóloga porque bueno sobrellevar todo esto con toda mi red de apoyo a 9 mil kilómetros…
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¿Para qué necesito un poco de ayuda?
• Abogada para el juicio penal por una denuncia falsa, pues este modus operandi, según me asesoran las abogadas, es la hoja de ruta habitual de este tipo de mujeres, inventar una agresión, que aunque luego la denuncia no pare en nada, la usan para “congelar” el procedimiento civil por años (mientras se resuelve todo, lentamente, en sede penal) y que yo no pueda solicitar una modificación de medidas (en sede civil), pues lo que procede es una custodia compartida (Esto supone unos €4 000 aproximadamente).
• Psicóloga forense privada que pueda contrastar las exploraciones realizadas y las grabaciones que aporto del niño (€2 500).
• Terapia semanal para mi hijo y para mí (€260 al mes).
• Abogada para la causa civil, en la cual pretendo solicitar una modificación de medidas que otorgue lo que desde un principio se debía otorgar, una custodia compartida (Unos €2000).
• Deudas personales (tarjetas, familiares, amigos) que asumí para poder llegar hasta aquí.
Si alguien quiere contrastar alguno de los datos que aporto, no tengo problema en compartir en privado las minutas de honorarios de estos profesionales, o cualquier otro dato, documento, información, o aclaración. Tengo absolutamente todo bien ordenadito en Dropbox. Pero al final al menos la gente que me conoce personalmente sabe perfectamente todo lo que expongo y el peaje emocional que supone además del enorme apremio financiero. Aunque es cierto que ya tengo un trabajo mejor y la cosa pinta muchísimo mejor que al principio, tengo deudas que pagar e imprevistos de esta magnitud simplemente me dejan tirado sobre la lona del cuadrilátero vomitando sangre.
Sobra decir, pero igual lo hago, que estoy agotado, emocional, moral y económicamente. Hay días en que se me va la vida en simplemente resistir. A veces siento que no puedo más y hasta coqueteo con ideas nocivas porque hay ocasiones donde las defensas emocionales están tan bajas que lo único que puedo pensar es en que quiero que todo se acabe para simplemente poder DESCANSAR de todo lo que me ha venido pasando por ya más de 7 años…
Pero por Adrián no voy a tirar la toalla NUNCA. Soy muy necio y para algo bueno tenía que servir. Lo quiero como yo no sabía que se podía llegar a querer y compartir tiempo con él es un motor inagotable que me aporta la motivación para seguir en esto. Y como un buen colega baterista (que vivió lo mismo que yo y ahora disfruta una relación preciosa con su hija) me lo dijo en uno de los peores momentos, “Mae, NUNCA tire la toalla, porque algún día su hijo se va a dar cuenta de que su papá nunca tiró la toalla por él”.
Si leyó hasta aquí, mil gracias. Y si puede ayudarme con una donación, aunque sea una birra simbólica o un café simbólico, por mínimo que sea, lo voy a agradecer con el alma porque me va a permitir seguir peleando por lo que estoy peleando… Y si no se puede, agradezco también compartir esta historia, no solo para que llegue a más gente que pueda ayudar, sino también porque sé que no soy el único que ha vivido o vive una situación similar, y saber que no estamos solos tiene muchísimo valor.
Y si su forma de ayudar es, como han hecho muchas personas a lo largo de estos años (y lo valoro hasta el infinito, de verdad no saben cuánto), hablar un poco conmigo, preguntar cómo estoy, darme alguna palabra de ánimo, decirme que todo va a estar bien, o mandarme memes o lo que sea, quiero que sepa que esos gestos, que son gratis, no cuestan harina, son tesoros invaluables cuando uno está lejos de su gente, de su círculo de apoyo, de la familia, de los amigos, y hasta del tamalito que tanto extrañaba Chemita.
Gracias por leer y a los que siempre han estado ahí, por lo menos para preguntarme cómo estoy, sepan que ni viviendo 200 años me va a alcanzar la vida para agradecerles. Ustedes saben perfectamente quienes son.
Un abrazo,
Mario
Organizer

Mario Contreras
Organizer
Madrid, M