
Nuestro papá salvó miles de vidas hoy la suya está en riesgo
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(See english version below)
Nuestro papá, Juan Arturo Crespo, está librando una dura batalla contra el cáncer de páncreas. Hoy, como hijos, queremos pedirte tu ayuda para darle una nueva oportunidad de vida.
Somos Joaquín, Michelle y María Emilia, y con el corazón en la mano hemos decidido abrir esta campaña para ayudar a cubrir los altísimos costos de las cirugías, tratamientos y cuidados que nuestro papá necesita urgentemente.
Después de años de cuidar de otros, ahora es él quien necesita ser sostenido.
El cáncer en nuestra familia es una enfermedad que penosamente está muy presente. Vivimos la muerte de nuestra mamá en el 2016, luego de año y medio de quimioterapia, víctima de una metástasis producida por un tumor atípico y agresivo, en su seno, detectado en junio del 2011. A los tres años y medio reapareció en su cerebro, afectando, en un inicio, su vista y su capacidad de caminar. Las dos etapas de quimioterapia en el 2015 deterioraron gravemente su organismo y en abril del 2016 falleció, en medio del dolor de todos, especialmente de nuestro papá, quedando viudo tan joven.
A inicios del 2006, a mi papá se le encontró un melanoma maligno en medio de su espalda. A Dios gracias, estaba en fase 1 y la operación fue exitosa, sin necesidad de otros tratamientos. Pero, dos años después, debió viajar a Bogotá de urgencia para que le hagan un PETscan, para descartar metástasis, porque en tomografías posteriores se encontraron 3 granulomas, muy pequeños, en uno de sus pulmones. Milagrosamente estos se quedaron calcificados desde el 2008, sin actividad cancerígena.
Es por esta razón que mi papá desde el 2006, disciplinadamente, en los primeros meses de cada año, se hace controles médicos, para asegurarse de que todo esté en orden. Lamentablemente, el 18 de marzo de este año encontraron una lesión expansiva en el cuerpo del páncreas, a considerarse en el diagnóstico diferencial neoplasia primaria (adeno-Ca), con índices tumorales excesivamente altos.
El doctor no atinaba a definir un plan de acción. Los días pasaban y, con la ansiedad que nos subía por enfrentarnos una vez más a una circunstancia tal en la que te pones de cara a la fragilidad de la vida, sin tener claridad de cuáles serían los próximos pasos, nuestro papá tuvo que ser internado de emergencia el 27 de marzo debido a un dolor insoportable en el abdomen. Se le diagnosticó pancreatitis leve, pero, debido a la inflamación, tuvo que permanecer hospitalizado hasta que el 31 de marzo le realizaron una laparotomía, pancreatectomía corpo caudal y esplenectomía.
En una operación excesivamente invasiva, en la que le abrieron el abdomen verticalmente, le extirparon el cuerpo y la cola del páncreas, además del bazo. Se empezaba a confirmar nuestro miedo más grande. El doctor nos dijo que lo más probable es que el tumor sea maligno.
Después de la operación, con una recuperación llena de dolor, y muchísimos medicamentos, antibióticos y la imposibilidad de comer durante más de una semana, sondas, tubos, catéteres, medias compresoras eléctricas en las piernas para evitar la formación de coágulos y otros, nuestro papá fue dado de alta 9 días después de su ingreso.
Parecía que todo iba a mejorar, pero desde el primer día en casa empezó a tener fiebres nocturnas. Al principio los doctores no le dieron tanta importancia, pero al quinto día se solicitó otra tomografía y exámenes de sangre, y se halló “colecciones” infecciosas fruto de la operación. Empezó a tomar antibiótico, pero de poco o nada sirvió. Llevándolo al extremo, al punto que soportó escalofríos muy fuertes , hasta llegar a los 40 grados de fiebre, estrés y decaimiento extremo, lo que obligó a ser llevado de emergencia al hospital, habiendo transcurrido solo 9 días de haber vuelto a casa, donde determinaron que la infección no solo no había cedido, sino que estaba peor que antes. La única opción: una nueva cirugía. Debían abrir el abdomen nuevamente por la misma herida y limpiar la infección interna.
Los signos vitales, luego de la nueva intervención quirúrgica de limpieza, se normalizaron, pero le sobrevino una diarrea aguda, exacerbación del gusto y del olfato, como respuesta al antibiótico fuerte que se le ponía, y nuestro papá entró en una depresión post operatoria, en la que empezó a sentir claustrofobia, un desahucio completo. Dejó de comer, porque no toleraba ningún sabor, todo le sabía asqueroso, los olores eran insoportables. Incluso le faltaba el aire, y las buenas noticias no lo inmutaban. Tanto fue así que le hicieron un examen en los pulmones para descartar que algo esté sucediendo en los mismos. Sentimientos de ansiedad, pesadillas, todo lo agobiaba.
Es por esto que, en junta médica, se resolvió que había la necesidad del alta hospitalaria, tan pronto como se pudo, y le recetaron antidepresivos.
Para este momento, nuestro papá prácticamente llevaba 3 semanas casi sin comer nada.
Gracias al amor de la familia, la compañía y, sobre todo, Dios actuando a través de la oración y su fe, cada día fue mejorando. Pero nunca en la vida lo habíamos visto así: flaquito (perdió 11 kg en un mes), sensible, llorando por cada cosita, sufriendo por cada sorbo de agua, luchando consigo mismo para poder comer, aceptando que lo bañemos y asistamos en cada cosa.
Para nosotros, como hijos, ha sido un impacto ver que la persona que siempre nos ha levantado, nos ha sostenido en nuestros peores momentos, ahora estaba frágil en todo sentido.
Finalmente llegó el día que tanto temíamos. 21 días después, llegó el resultado de la biopsia y se confirmó que nuestro papá tenía cáncer: un adenocarcinoma ductal NOS, grado histológico G1, bien diferenciado, con involucramiento de la superficie pancreática. Mandatorio al menos 12 sesiones de quimioterapia que deberá recibir durante 6 meses cada 15 días, con una hospitalización de 3 días cada vez, además de tratamiento de radioterapia posterior, para eliminar las células cancerígenas que pudieron quedar en su cuerpo.
Los costos elevados de las cirugías, los tratamientos oncológicos y la imposibilidad de que nuestro papá trabaje, por los últimos meses pasados y por los siguientes 6, nos impulsaron a iniciar esta campaña. Dado que para poder recibir fondos desde esta plataforma no se puede directamente desde Ecuador, Caridad Carrión, amiga cercana de la familia, que vive en Estados Unidos, nos ayudará a recibir los fondos y se encargará de transferir el dinero a la cuenta de mi papá directamente, por lo cual le estamos inmensamente agradecidos. Necesitamos cubrir no solo los tratamientos, sino también sus gastos de vida durante al menos seis meses de recuperación.
Dentro de lo que queremos cubrir está:
• Dos cirugías mayores
• Tratamiento completo de quimioterapia y radioterapia
• Medicamentos y cuidados médicos
• Manutención básica durante su recuperación
Gracias de antemano por su colaboración.
Para nosotros, como hijos, ha sido un tiempo absolutamente conmovedor y doloroso, porque nuestro papá no solamente es un padre entregado, que toda su vida, junto a nuestra madre, nos ha enseñado a ser felices verdaderamente. Que nos ha enseñado a encontrar un propósito en la vida, a amar de corazón, a ser fieles y a encontrar la paz en medio de la adversidad a través de una vivencia real de Dios y la Virgen María. Sino que él ha entregado también toda su vida a asistir a las personas en todo tipo de problemáticas de índole emocional, psicológica y espiritual desde el 2005, como Director del Área Espiritual del Centro Resurgere, y antes de eso también como Coordinador General de la Obra “María, Madre y Reina de la Unidad”. Sumando así 35 años de servicio a las personas, que, si hiciéramos un recuento, son alrededor de 21.000 atenciones a personas y familias, en las que mi papá los ha ayudado en problemas como:
• Crisis de sentido y emocionales
Personas que habían perdido el valor de su vida, sumidas en la tristeza, en el vacío, de baja autoestima o de comportamientos autodestructivos. Hombres y mujeres que encontraron en él un camino hacia el propósito, la dignidad y la plenitud.
• Familias y matrimonios en crisis
Matrimonios rotos por la infidelidad, personas heridas por el divorcio o parejas al borde de separarse, que lograron reconstruirse gracias a su guía, el perdón y el reencuentro con Dios y consigo mismos.
• Niñez y juventud en riesgo
Jóvenes y adolescentes desorientados, víctimas de violencia o abandono emocional en sus casas, que hallaron en él contención, dirección y amor. Muchos lo reconocen como una figura paterna que marcó su camino espiritual y humano.
• Dolor y duelo
Personas mayores y familias en duelo por enfermedades o pérdidas, que fueron sostenidas por su presencia, su palabra y su fe, de manera muy especial en Pandemia. Por Les ayudó a transitar el dolor con esperanza, consuelo y fortaleza interior, desde su experiencia de viudez que mucho dolió en su corazón de esposo amante y fiel.
A lo largo de más de 35 años, nuestro papá ha sido un faro silencioso en medio de la oscuridad de muchos. Como cabeza espiritual del Centro Resurgere y de la Obra “María, Madre y Reina de la Unidad”, ha acompañado a miles de personas con discreción, profundidad y amor incondicional.
Un sacerdote cercano a nuestra familia compartió recientemente que su entrega le recuerda a la del Papa Francisco: hombres de alma modesta, fieles, humildes, que no buscan protagonismo, pero cuya sola presencia transforma. En sus palabras: “La presencia de Juan, como la del Papa Francisco, es como la sombra del árbol en el desierto: no grita, no impone, pero su amor te rescata”. Así ha sido nuestro papá para tantos: alguien que escucha en silencio, que abraza con alegría, que acompaña con mansedumbre y radical compasión.
Hoy que él vive su propia cruz, enfrentando esta enfermedad con valentía. Creemos que también es tiempo de rodearlo con ese mismo amor que ha entregado durante tantos años.
Esta campaña es un acto de gratitud y de fidelidad a quien ha dado su vida para sostener la de otros. Ahora, con humildad, pedimos ayuda para sostener la suya.
En este tiempo, las palabras que más nos han conmovido como familia son las de aquellos a quienes nuestro papá ha acompañado silenciosamente y con amor durante tantos años. Personas que dicen que él les salvó la vida, les devolvió la esperanza cuando no veían salida, los sostuvo con abrazos que sanaban el alma, con palabras que restauraban la fe, con una presencia constante que nunca juzgó y siempre acogió. Lo han llamado su padre espiritual, su refugio, su impulso para vivir. Su forma de amar, de escuchar, de guiar, ha sido testimonio vivo del amor de Dios. Muchos aseguran que, gracias a él, hoy conocen la felicidad, la libertad, el sentido profundo de sus vidas y han podido sanar heridas que parecían irreparables.
Este tiempo ha sido muy duro: ver sufrir y padecer dolores y circunstancias que nunca antes había tenido que soportar. Pensar en cuánto nuestro papi ha impactado en la vida de tantas personas nos motiva a hacer esta campaña, esperando que, aunque no lo conozcan, sepan que darle apoyo material y sus oraciones permitirá que no solamente él esté bien, sino que pueda seguir ayudando a tantos una vez que se recupere. Porque, si algo tenemos, es fe: fe de que él estará bien y que cantará victoria una vez que logre vencer al cáncer en su cuerpo.
Hoy recurrimos a la solidaridad de amigos, conocidos e incluso personas de buen corazón que no nos conocen, pero que se dejen tocar por esta historia. Cualquier aporte, por pequeño que sea, nos acerca a que nuestro papá, Juan Arturo, pueda continuar su tratamiento y su recuperación. Si no puedes donar, por favor comparte esta página. Con la ayuda de todos, podemos lograrlo.
Desde ya, muchísimas gracias por leernos y por cualquier ayuda que puedas brindar. Prometemos mantenerlos al tanto de su recuperación. Con el apoyo de ustedes, sabemos que él podrá ganar esta batalla.
ENGLISH
Our father, Juan Arturo Crespo, is fighting a difficult battle against pancreatic cancer. Today, as his children, we ask for your help to give him a new chance at life.
We are Joaquín, Michelle, and María Emilia, and with our hearts in our hands, we've launched this campaign to help cover the extremely high costs of the surgeries, treatments, and care that our father urgently needs.
After years of caring for others, now he is the one who needs to be cared for.
Cancer has sadly been a painful presence in our family. We lost our mother in 2016, after a year and a half of chemotherapy, as a result of metastasis from an aggressive, atypical tumor in her breast, detected in June 2011. Three and a half years later, it returned in her brain, first affecting her vision and then her ability to walk. Two intense rounds of chemotherapy in 2015 severely weakened her body, and in April 2016 she passed away, leaving our father widowed at a young age.
In early 2006, doctors discovered a malignant melanoma in the center of our father’s back. By God’s grace, it was caught at stage 1 and removed successfully without the need for further treatment. But two years later, he had to travel urgently to Bogotá for a PET scan to rule out metastasis after later CT scans found three tiny granulomas in one of his lungs. Miraculously, they calcified and have remained inactive since 2008.
That’s why, since 2006, our father has diligently done annual medical checkups at the start of each year to make sure everything is in order. Unfortunately, on March 18 of this year, doctors found an expansive lesion in the body of the pancreas, with extremely high tumor markers. The suspected diagnosis: primary pancreatic cancer (adenocarcinoma).
With no clear treatment plan, the days passed filled with uncertainty and fear. On March 27, our father was rushed to the hospital in unbearable abdominal pain. He was diagnosed with mild pancreatitis, but due to the inflammation, he remained hospitalized until March 31, when doctors performed a laparotomy, distal pancreatectomy, and splenectomy.
It was an extremely invasive surgery. His abdomen was opened vertically, and the body and tail of the pancreas were removed, along with the spleen. Our worst fears were beginning to come true. The doctor told us it was very likely malignant.
The recovery that followed was full of pain, heavy medications, antibiotics, and over a week without being able to eat. He had tubes, catheters, compression machines on his legs to prevent clots, and more. He was discharged 9 days after surgery.
It seemed things were improving, but from his first night at home, he began to run high fevers. At first, doctors weren’t too concerned, but by day five, a CT scan and blood tests revealed infected fluid collections resulting from the surgery. Antibiotics were started but had little to no effect. Things escalated: he began experiencing severe chills, a fever of 40ºC (104ºF), exhaustion, and extreme weakness. He was rushed back to the hospital only 9 days after returning home. The infection had worsened, and the only option was a second surgery. They had to reopen his abdomen through the same incision and clean the infection inside.
His vital signs stabilized after the second procedure, but then came acute diarrhea, heightened sensitivity to smell and taste due to the strong antibiotics, and a post-operative depression. He became claustrophobic and hopeless. He couldn’t eat—everything tasted awful. Scents were unbearable. Even good news didn’t move him. Lung scans were ordered to rule out complications. He was overwhelmed by anxiety, nightmares, and emotional exhaustion.
A medical board agreed to discharge him as soon as possible, and he was prescribed antidepressants. By that point, our father had gone nearly three weeks barely eating.
Thanks to the love of our family, his own determination, and most importantly God’s grace through prayer and faith, he slowly began to improve. But we had never seen him like this before: thin (he lost 11 kg in one month), fragile, tearful over the smallest things, suffering with every sip of water, struggling to eat, letting us bathe him and care for him completely.
For us as his children, it was devastating to see the man who had always lifted us up during our darkest moments now completely vulnerable.
Then, 21 days later, the biopsy confirmed what we feared: pancreatic cancer, adenocarcinoma ductal NOS, histological grade G1, well-differentiated, involving the surface of the pancreas. The treatment plan includes 12 chemotherapy sessions over 6 months (one session every 15 days, requiring 3-day hospitalizations), followed by radiotherapy to destroy any remaining cancer cells.
The high costs of the surgeries, oncological treatments, and the fact that our father hasn’t been able to work for several months—and won’t be able to for at least six more—led us to launch this campaign. Since funds cannot be received directly from this platform in Ecuador, Caridad Carrión—a close friend of the family who lives in the United States—will be helping us by receiving the donations and transferring the money directly to my father’s account. We are deeply grateful to her for this support. We need help covering not only his treatment, but also his living expenses during his recovery.
The funds raised will cover the following:
- Two major surgeries
- Full chemotherapy and radiotherapy treatment
- Medications and medical care
- Basic living expenses during recovery
Thank you in advance for any support you can offer.
This has been an incredibly emotional and painful time for us as his children. Our dad is not only a devoted father who, together with our mom, taught us how to be truly happy, how to find purpose in life, to love wholeheartedly, to be faithful, and to find peace even in the midst of adversity through a real experience of God and the Virgin Mary.
He has also devoted his life to helping people with emotional, psychological, and spiritual challenges. Since 2005, he has served as Director of the Spiritual Area at Centro Resurgere, and before that, as General Coordinator of the mission "María, Madre y Reina de la Unidad."
That adds up to 35 years of service to others—over 21,000 individual and family cases, where our father has helped people in situations such as:
Crises of meaning and emotional breakdowns:
People who had lost their will to live, trapped in sadness, emptiness, low self-esteem, or self-destructive behaviors. Men and women who, through him, found dignity, purpose, and wholeness.
Family and marriage in crisis:
Broken marriages, people wounded by divorce, and couples on the brink of separation who were able to rebuild with his guidance, forgiveness, and reconnection with God and each other.
Children and youth at risk:
Young people and teenagers facing violence or emotional neglect at home who found in him a safe space, guidance, and deep, genuine love. Many see him as a father figure who helped shape their spiritual and personal path.
Grief and loss:
Elderly people and families grieving illness or the loss of a loved one who were held and uplifted by his presence, his words, and his faith—especially during the pandemic. His own experience of widowhood made his support even more heartfelt and transformative.
For more than 35 years, our father has been a quiet lighthouse in the dark for so many. As the spiritual leader of Centro Resurgere and the mission "María, Madre y Reina de la Unidad," he has accompanied thousands with discretion, depth, and unconditional love.
A priest close to our family recently said that our father's devotion reminds him of Pope Francis: men of humble spirit, faithful, modest, who don’t seek attention, but whose very presence transforms. In his words: “Juan’s presence, like Pope Francis', is like the shadow of a tree in the desert—it doesn’t shout, it doesn’t impose, but its love rescues you.”
That’s who our dad has been for so many: someone who listens in silence, who embraces with joy, who accompanies with gentleness and radical compassion.
Now that he is carrying his own cross, facing this illness with courage, we believe it is time to surround him with the same love he has given so freely.
This campaign is an act of gratitude and faithfulness to someone who has given his life to uphold the lives of others. And now, with humility, we ask for help to sustain his.
In this time, the words that have most moved us as a family have come from those he has accompanied quietly and lovingly for years. People who say he saved their lives, gave them hope when they had none, held them with soul-healing embraces, restored their faith with his words, and offered a constant presence that never judged, only welcomed. They call him their spiritual father, their refuge, their driving force.
His way of loving, listening, and guiding has been a living testimony of God’s love. Many say that thanks to him, they now know joy, freedom, and the deeper meaning of their lives—and have healed wounds they once thought impossible to mend.
This has been a painful time for us, watching him suffer in ways he’s never had to before. But thinking of how many lives our dad has touched gives us the strength to ask for your help.
Even if you don’t know him, please know that your material support and your prayers won’t only help him recover—they’ll help him continue to be that source of light for others.
Because if there’s one thing we do have, it’s faith—faith that he will recover, and that he will one day sing in victory, having overcome the cancer in his body.
Today, we turn to the solidarity of friends, family, and even kind strangers who are moved by this story. Any donation, no matter how small, brings us one step closer to helping our dad, Juan Arturo, continue his treatment and his healing. If you cannot donate, please consider sharing this page.
With everyone’s help, we can do this.
From the bottom of our hearts, thank you for reading our story and for any support you can offer. We promise to keep you updated on his recovery. And with your love and prayers, we know he can win this battle.
Organizer and beneficiary

Michelle Crespo
Organizer
Fort Mill, SC
Caridad Carrion
Beneficiary