Dona por una familia en Valencia

Día 28 de octubre, 19:30.

Estaba en una reunión de trabajo cuando recibí la llamada de mi pareja, quien estaba en casa con nuestros hijos, diciendo que estaba entrando algo de agua, pese a que no había caído ni una gota de lluvia. Salí corriendo hacia casa e intenté tomar el coche, pero la salida más rápida estaba bloqueada por vehículos que evacuaban los garajes. Di la vuelta para salir por otra ruta, y fue entonces cuando comencé a ver correr el agua, lo que me hizo imposible regresar. Dejé el coche en un lugar alto y continué a pie hacia casa.

Al llegar a la avenida principal, el agua ya me cubría los tobillos, y en menos de cinco minutos había subido hasta mi cintura, con una corriente tan fuerte que no podía avanzar. Llamé de nuevo a mi pareja, quien me dijo que los muebles estaban flotando y que no podían salir; la salida estaba bloqueada.

Desesperado, llamé a mis padres y amigos, pero nadie podía llegar. La policía local tampoco respondía. En una llamada posterior, mi pareja me informó que un vecino había logrado sacar a mis hijos y a ella de la casa. Intenté acercarme a un grupo de personas que pensaba cruzar la calle, pero ya era imposible. Nos subimos a una caseta y desde allí vimos el río de coches pasar, mientras el agua subía y arrastraba todo a su paso.

Estuvimos atrapados hasta las 12:30 de la noche. Cuando finalmente pudimos bajar y con el agua aún por las rodillas, comenzamos a caminar juntos hacia las casas. Yo tenía que ir más lejos, y en algunas calles todavía corría el agua con mucha fuerza, así que volví a refugiarme en un edificio para descansar. Media hora después, continué hasta otro edificio donde una madre y su hija, junto con una conocida, me acogieron y pude descansar un poco. Desde allí, acompañados, atravesamos el barro y los escombros de coches hasta la salida del pueblo. Después de cuatro horas, finalmente logré llegar a mi destino y reunirme con mis hijos y mi pareja.

Me contaron lo que habían vivido: solo un vecino de la calle en la que vivíamos tuvo el valor de bajar a rescatarlos, pese a que mi hija estaba herida y necesitaba ayuda. Lamentablemente, otros vecinos les negaron su apoyo. Sin embargo, gracias a este ángel, lograron salvar sus vidas.

En momentos como estos, te das cuenta de cómo surge lo mejor del ser humano, pero también lo peor. Finalmente, logramos respirar tranquilos y organizar la salida hacia la casa de mis padres. En el centro de salud, apenas pudieron curar la herida de mi hija, y gracias a una amiga enfermera conseguimos antibióticos en casa de mi hermana para evitar una infección.

Como muchos otros, lo hemos perdido todo. Estamos tratando de apoyar en lo posible, pero nos toca empezar de cero. Cualquier colaboración en este momento tan difícil es sumamente valiosa y la agradecemos de corazón. Gracias.

Alfonso Pérez.