Ayuda a Ona para sobrevivir con Covid Persistente postvacuna

Ona es una mujer de 33 años que, tras vacunarse el 3 de marzo de 2021 con la vacuna AstraZeneca contra el COVID, comenzó a experimentar síntomas de reacción adversa desde el primer momento. Hasta entonces, Ona llevaba una vida completamente normal: trabajaba como educadora de personas con discapacidad y, en su tiempo libre, montaba a caballo.

A partir de ese día, sus visitas a urgencias y a diferentes especialistas, tanto en la sanidad pública como en la privada, se volvieron constantes. Finalmente, le han diagnosticado COVID Persistente, una condición para la cual, a día de hoy, no existe un tratamiento efectivo, dejándola sin respuestas.

Debido a un desajuste en su sistema nervioso autónomo, Ona también padece síntomas incapacitantes de sensibilidad química múltiple, lo que reduce aún más sus posibilidades de recibir tratamiento para aliviar los síntomas que la vacuna ha generado en su organismo.

Presenta una gran cantidad de síntomas, pero los más limitantes, que reducen sus posibilidades de mejoría, son el dolor torácico y cardíaco, las alteraciones del ritmo y la insuficiencia respiratoria al realizar cualquier tipo de acción, como hablar o mantenerse sentado durante unos pocos minutos. Estos síntomas tienen graves consecuencias que no pueden objetivarse, ya que su estado de salud le impide realizar pruebas debido a su fragilidad. También usa un collarín rígido por una limitación cervical de causa desconocida, lo que hace que cualquier movimiento brusco o inadecuado pueda empeorar su situación.

Tras cuatro años de múltiples visitas a diferentes servicios de urgencias, Ona fue finalmente ingresada en la unidad de COVID Persistente de Can Ruti, donde le han dado el alta al no poder recibir ningún tipo de atención que mejore su estado de salud más allá del registro de sus síntomas.

Actualmente, Ona está ingresada en un centro sociosanitario, donde tampoco saben ni entienden cómo ayudarla o acompañarla, ya que las necesidades de las personas con COVID Persistente son desconocidas. En muchas ocasiones, la falta de empatía de algunos profesionales hacia estos pacientes empeora la gestión de la situación, dificultando aún más el proceso, y se agrava cuando no se siguen las pautas indicadas por su rehabilitador privado de COVID.

Ona está ingresada en el sociosanitario porque, tanto ella como su familia, tras cuatro años de deterioro en su salud, se han quedado sin recursos económicos para permitirle vivir en su domicilio con los cuidados que hoy en día requiere, que consisten en atención las 24 horas al día, pues se encuentra en una situación de dependencia absoluta grave para realizar cualquier actividad básica de la vida diaria.

Además, le ha sido denegada la incapacidad laboral en cuatro ocasiones, la última en octubre pasado, lo que empeora aún más su situación económica y la deja sin ningún tipo de recurso.

Por todo ello, dada la falta de conocimiento sobre el tratamiento ante este tipo de consecuencias generadas por la vacuna, la única esperanza que le queda a Ona es intentar conseguir la mejor calidad de vida posible, pudiendo regresar a su hogar y siendo atendida por un profesional sanitario que le brinde todos los cuidados que necesita actualmente.